El sistema
inmunitario no trabaja aisladamente, sino que lo hace en conexión con los otros
sistemas reguladores del organismo: el sistema nervioso y el sistema endocrino.
El sistema inmunitario
es el encargado de reconocer "lo propio" a cada individuo y
consecuentemente eliminar lo que le es extraño, como los microorganismos que le
invaden y las células que se trasforman en tumorales.
Por su parte el
sistema neuroendocrino es receptor de estímulos cognitivos luz, sonido,
situación de estrés, a los que responde, y sus mediadores llegan al sistema inmunitario informándole de la
situación. De este modo, existe un sistema neuroinmunoendocrino que permite el
mantenimiento de la homeostasis corporal, y por tanto de la salud de los
individuos.
La psiconeuroinmunología demostró científicamente que
el sistema nervioso central (nuestra mente, nuestra psique); el sistema
endocrino, que produce las hormonas, y el sistema inmunológico, que es nuestro
sistema de defensa, comparten un lenguaje bioquímico común. Estos tres sistemas
están en permanente comunicación entre sí: no ocurre nada en un sistema que los
otros dos no lo sepan. Esta comunicación se realiza a través de moléculas, que
los endocrinólogos llaman hormonas, que los neurocientíficos llaman
neurotransmisores y que los inmunólogos llamamos citoquinas. El organismo
realmente es una red informacional. La relevancia de esto es que si el sistema
inmune es nuestro sistema de defensa, que nos protege contra microorganismos,
bacterias, hongos, virus, parásitos y células tumorales, y ese sistema está
íntimamente en comunicación con el sistema nervioso central (con la mente, con la psique), pues eso lo que
quiere decir es que todo lo que ocurre en nuestra mente, en nuestra psiquis, va
a influir directamente el sistema inmune y, por lo tanto, en la capacidad de
defendernos contra microorganismos y contra células tumorales. Eso le da otra
dimensión al sistema inmune.
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